Plástico, cartón, madera, almidón de maíz o de trigo, e incluso setas... Existen numerosos materiales y tipos de embalaje para relleno que nos ayudarán a proteger nuestros paquetes y a dar nuestra mejor imagen. En este post hablamos de la evolución que han experimentado en las últimas décadas y los tipos más habituales según el artículo a envolver.
Última modificación: 16 diciembre 2023
Aunque se suele relacionar con mercancías frágiles, el relleno para embalaje es fundamental en cualquier envío, dado que evita que se muevan durante el traslado, y así se rallen, se abollen o se dañen de cualquier otra manera, sobre todo si en el interior del embalaje externo existen espacios vacíos. Además, en paquetes pesados, el relleno para embalaje ayuda a distribuir su peso, brindando apoyo estructural. Por otro lado, para proteger artículos de los factores ambientales como la humedad, el polvo, los cambios de temperatura, etc., puede no ser suficiente el embalaje externo, de manera que el relleno ayuda en esta preservación de su seguridad. Y al margen de todo esto, un relleno de aspecto atractivo puede ser crucial en la presentación de un producto.
El relleno para embalaje, por lo tanto, se ha convertido en un elemento indispensable en la industria del transporte y logística, ya que aparte de proteger los artículos frágiles, también mejora la experiencia de unboxing (es decir, de desempaquetado) y asegura la calidad general del producto de origen a destino. Y precisamente por esta condición de esencial de este relleno, su impacto medioambiental, su calidad y su seguridad han motivado que haya cambiado mucho en los últimos años.
El uso de materiales de relleno en envíos se remonta a mucho tiempo atrás, y el tipo ha ido variando dependiendo del periodo: se han usado materiales naturales como virutas de madera, paja o heno, entre otros, ya que eran de fácil acceso y baratos, y proporcionaban amortiguación durante trayectos largos y penosos.
Fue a partir de la Revolución Industrial y, sobre todo, a partir del crecimiento del comercio global a partir de la segunda mitad del siglo XX, que fue necesario dar con soluciones de embalaje más eficientes y efectivas. Así se introdujeron el papel y el cartón, y más tarde, con el boom del plástico a partir de los años 50 de ese siglo, rellenos como el clásico de burbujas, así como la espuma de poliestireno en forma de cacahuete. No fue hasta el final del siglo XX cuando empezó una tendencia hacia materiales con menos huella medioambiental que el plástico, de difícil reciclaje y que tiene un gran impacto en su fabricación (extracción de recursos naturales, gasto energético, etc.) Así, se han popularizado otras opciones como las que explicaremos en este post.
En pleno siglo XXI, con el comercio global a pleno rendimiento, con una media de 53 millones de envíos al día en todo el mundo (el portal Statista publica que en 2023 se estima que se realizaron 19.500 millones de envíos en todo el mundo, un 10% más que el año anterior), la preocupación por el impacto ambiental del embalaje hace que la tendencia a optar por materiales alternativos al plástico, que no consuman recursos fósiles (y por lo tanto no renovables), sean más fáciles de reciclar y se descompongan fácilmente sea cada vez mayor. El papel y el cartón provienen de la pulpa de la madera, que es un recurso renovable, que se reciclan fácilmente y en repetidos ciclos, y cuando ya no se puede reciclar más veces, se descompone más fácilmente que el plástico cuando termina en el vertedero.
Aún así, existen problemas éticos y medioambientales todavía por abordar, como el hecho de que los bosques destinados a la tala para este efecto quiten cada vez más hectáreas a otros recursos como bosques vírgenes o campos de cultivo para subsistencia, o el consumo intensivo de agua que requiere la fabricación del papel y el cartón, menor que el del plástico. Por eso las tendencias en diseño de embalaje van hacia la minimización del volumen de embalaje sin renunciar a la protección, que podrían ser contraproducentes en términos medioambientales, ya que un paquete deteriorado significa más consumo de energía y de embalaje en su retorno y su reenvío de sustituto.
Por eso en los próximos años probablemente veremos un mayor desarrollo de materiales a base de vegetales, fibras de setas, algas e incluso materiales creados en laboratorios. En este otro post en nuestro blog tratamos el futuro del embalaje.
El relleno para embalaje en cada caso depende de las necesidades concretas del artículo a enviar, así como su fragilidad, su peso, sus dimensiones y su sensibilidad a factores ambientales. Aquí citamos los más comunes:
Si bien en muchos usos tiende a ser sustituido por virutas de cartón corrugado, papel hecho trizas o simplemente papel arrugado, en algunos casos continúa usándose, por ejemplo, en productos muy frágiles o muy delicados como vajilla y cristalería, obras de arte, artículos sensibles a la humedad, etc., por sus extraordinarias propiedades amortiguadoras y protectoras.
Se trata de una variante del plástico de burbujas que puede fabricarse en materiales biodegradables (aunque suelen estar hechas de polietileno) y suele ser más ligero, por lo que se asocia con una menor emisión de dióxido de carbono durante el transporte. De hecho, al estar compuestas tan sólo por un 1% de materia prima y el resto de aire, el impacto medioambiental por paquete es más reducido de lo que a priori pueda pensarse. Se fabrican con un rollo de plástico que se infla con una máquina y se va sellando de forma que quedan pequeñas almohadillas juntas entre sí. Según el tamaño del rollo y dónde se selle cada cojín de aire, quedan cojines más grandes o más pequeños, según las necesidades. El aire dentro de estos cojines amortigua los golpes que se puedan producir en un traslado. Su versatilidad los hace adecuados para un gran número de industrias.
Es un relleno para embalaje que se ha utilizado ampliamente durante años, pero por su impacto medioambiental (se fabrican de espuma de poliestireno expandido o porexpan) ha cambiado considerablemente, y ahora se fabrica en materiales biodegradables como almidón de maíz o de trigo. Esto tiene también algunas implicaciones ambientales y éticas, como su potencial impacto en los terrenos que se transforman para cultivar estos cereales y en el alza de sus precios, algo que perjudica al grueso mundial de la población que los usa para alimentarse, pero su diferencia con respecto a la espuma hecha con productos derivados del petróleo como el poliestireno es considerable. Es un material ligero y de fácil aplicación para cualquier artículo.
En los últimos años ha proliferado el uso de cartón y papel en el relleno de los embalajes. Es una buena forma de prolongar la vida del cartón y el papel reciclado incluso cuando sus fibras ya son muy cortas tras múltiples ciclos, por lo que se convierte en una de las soluciones más amigables con el medio ambiente. En el caso del cartón corrugado hecho trizas, su estructura con estrías y paneles a cada lado ofrece a una gran capacidad de amortiguación. Además de poderse usar en una gran variedad de productos, en términos de imagen puede dar un toque rústico y natural que muchas marcas buscan.
Este es un tipo de relleno para embalaje que normalmente también es de cartón, y es habitual en cosmética (especialmente en lotes con varios productos en una misma caja de presentación) y en productos como teléfonos móviles, así como en productos extremadamente frágiles como el cristal. Da una sensación de mayor calidad e incluso de lujo, y de hecho es una forma de proteger los artículos más cara que el resto, porque requiere una fabricación a medida. Ttiene un impacto medioambiental reducido porque sólo se trata de un cartón fino recortado, por lo que el volumen de material por paquete es bajo, pero el cartón de este tipo de packaging suele llevar capas finas de otros materiales como plásticos como revestimiento estético, algo que los hace más complicados de reciclar.
El papel y el cartón han dado lugar en los últimos años a múltiples tipos de relleno para embalaje, como el cartón de nido de abeja, adecuado para productos frágiles y medioambientalmente más sostenible que otros rellenos de cartón, porque llena una gran cantidad de espacio con poco material por su estructura alveolar, de forma que supone menos residuo y menos emisiones de CO2 en el transporte, y además es incluso decorativo. Otra forma que puede tomar el cartón para embalar objetos frágiles es el Flexi-Hex, una forma patentada de estructurar el cartón parecida al nido de abeja pero más flexible, de forma que se adapta a la forma de cada producto, como botellas de cristal. El papel de seda en diferentes gruesos u otros papeles similares pueden ofrecer protección y belleza estética a productos como libros o prendas de moda, aunque no provea gran amortiguación contra golpes.
La madera que puede transformarse en pulpa para fabricar papel y cartón también puede convertirse en otras formas de amortiguación para paquetes, como una especie de lana teñida que ofrece sensación de lujo y de conexión con lo natural, al integrar también el sentido del olfato en la experiencia de unboxing. También es una solución medioambientalmente más sostenible que el plástico.
Existen productos que sólamente necesitan una amortiguación en las esquinas de la caja que los contiene o en sus propios bordes y esquinas. Esto es habitual en objetos voluminosos y pesados como muebles, electrodomésticos, obras de arte, instrumentos, equipos industriales, etc. Esta amortiguación puede proveerla capas de cartón comprimido o variantes de plástico y espuma para ofrecer protección y flexibilidad en el nivel requerido. Al no rellenar todo un embalaje por dentro, no suponen una gran cantidad de desperdicio, por lo que no generan grandes cantidades de emisiones de CO2 en su transporte ni suponen mucho volumen de residuos en las plantas de reciclaje o vertederos.
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